Seguidores

viernes, 30 de agosto de 2013

Capítulo 25.

 Cuando queremos llegar al prado de colores, lo único que queda es un cuerpo totalmente carbonizado. No logro reconocer la víctima, pero, obviamente, sí al asesino. Ignorando los echos de qué la piromana del distrito 5 puede andar cerca, nosotros seguimos caminando, agotados, pero ansiando llegar a un lugar seguro. Tenemos suerte, nadie se topa en nuestro camino más que un par de mosquitos molestos que no nos atrevemos a tocar. Luego, otro sector de pradera, completamente distinto, nos refugia entre sus tallos de grano. No sabría decir si es trigo o simplemente puros hierbajos. Nos camuflan, lo que agradecemos sentándonos al fin en la tierra húmeda, a causa de las lluvias que bañan el lugar cada poco tiempo. Ahora el cielo está despejado, espero que siga así.

 Joulley está realmente raro. No habla, se aplica la pomada mientras Samantha propone comer ahora mismo. La chica rubia se da cuenta de su preocupación y mira al pequeño.

 -¿Te ayudo a aplicarla?

 -¡No! No es necesario. - dice esquivándola y guardando el botecito en sus pantalones, luego tose un par de veces.-Creo que me he resfriado. - explica encogiéndose de hombros, no le damos importancia. Nos queda un buen trozo de comadreja, pero dividiéndola en tres, la habremos gastado para esta noche. También tenemos la fruta disecada, pero no es mucha que digamos. Finalmente tomamos la decisión de comer la carne y dejar la fruta para luego.

 Nuestro hambre no ha cesado, pero creo que podemos contenerla con lo que hemos comido. Estamos algo cansados, de haber pasado toda la mañana caminando. Ahora el sol está bien alto, y hace algo de calor, no en extremidad, pero es agradable después de haber vivido una tormenta como la de esta mañana. Joulley tose un par de veces cada poco tiempo, y me preocupo un poco. Él insiste en que no es nada y repasa las provisiones un poco, mientras yo me limito a mirar al cielo, tumbada bajo el sol. No es real. Es una proyección. Sé que lo es. Pero parece tan... libre.

 -Skiley. - dice Samantha, cuando Joulley ha ido a orinar a una distancia segura, pero medio lejana.

 -¿Sí? - pregunto, algo adormilada, sin mirarla, pero atenta.

 -¿Cómo... - comienza a decir para después tragar saliva.- superaste lo de tu hermano?

 Bajo la mirada a sus ojos, que brillan notablemente, y que observan detenidamente el suelo embarrado. Intento buscar las palabras correctas, sé por lo que está pasando.

 -No lo hice. - afirmo, en un suspiro. Gaby, Gaby, Gaby... - simplemente... un día me desperté y dolía menos que el día anterior.

 Ella asiente, con tristeza.

 -Intenta no pensar en él después de la cosecha, sino antes. Y si, no le conocías antes, imagínatelo. Su círculo de amistades, sus momentos más felices, lo que hacía habitualmente. Imagínatelo haciendo cosas que le gusten. - mi vista va nuevamente al cielo. - Imagina que no hay juegos del hambre, que somos libres y que él te espera cada día con una sonrisa, para pasar un buen rato juntos. Y que cuenta chistes malos para que te rías. - y lo hago, lo imagino. Gaby bajo este sol, a mi lado. Pero no estamos en la arena, sino en los bosques, en libertad. Danae trae el almuerzo para nosotros, una tarta de manzanas, hecha por ella misma. Está deliciosa...

 Tengo tanta hambre...

 Samantha percibe el rugido de mi estómago. Hemos comido hace poco, pero ella se empeña en racionarlo todo tanto... Suspira y me deja coger un nuevo trozo. Está luchando por no llorar.

 -Gracias... - me llevo la comida a la boca y la mastico lentamente, para llenarme antes. Entonces, somos conscientes de algo. Joulley aún no ha regresado. Me levanto preocupada y miro a mi alrededor, preocupada.

 -¿Dónde está ese crío? - suspira Samantha, poniéndose a mi altura para observar mejor. Pero no hay ningún rastro de sus rizos oscuros.

 -Recoge, iremos a buscarle. - ella está a punto de protestar, hoy han pasado demasiadas cosas. - ¡Es Joulley, joder! - exclamo, casi cabreada, mientras llevo mi hacha a mi cinturón y cuelgo la mochila de mi hombro. Ella asiente y recoge el resto de cosas.

 Nos ponemos en marcha, temiendo que haya podido pasarle algo. No ha sonado ningún cañonazo, pero él no está aquí, y eso me preocupa.

 -¿Y si vuelve él cuando nos hayamos ido? Verá que no estamos.

 -Es listo. Se quedará a esperarnos, porque volveremos por él.- respondo decidida.

 Nuestros pasos son confusos y desorientados. Era fácil entrar en estos campos amarillentos, pero salir es otra cosa. De vez en cuando, vemos unos caminos, pero estos nos llevan de nuevo a adentrarnos en el trigo. Mi desesperación es tal, que amenaza con ponerse a chillar en cualquier momento.

 -¡Skiley, mira! - dice la chica rubia, señalando un punto lejano en el cielo. Es humo, grisaceo y negruzco. No pertenece a una hoguera, si fuera así, se camuflaria en el atardecer que decora ahora todo. Es mucho más grande e intenso que una hoguera. ¡Es un incendio! - ¡Tenemos que irnos!

 -¡No! ¡No pienso largarme sin Joulley!

 -¡Moriremos, idiota! - la ignoro por completo, y sigo caminandome, derecha al humo. Puedo distinguir las llamaradas rojizas, que se propagan a una velocidad bastante acelerada por los pastos. - Puede que haya salido de aquí, que esté a salvo.

 Un cañonazo suena al instante. Estallo en un grito.

 ¿Dónde está Joulley? ¿Dónde está mi alma? ¿Dónde estoy yo? ¿Y mi sentido de la razón? Camino, olvidándome de Samantha, olvidándome de mi instinto de supervivencia. Olvidándome de todo. El humo empieza a ser muy denso, y pronto, nubla todo a mi alrededor. Tos seca araña mi garganta. Mi nariz es un volcán de escozor. Y las lágrimas son ríos caudalosos que inundan mis mejillas. Comienzo a marearme.

 No tardo en caer al suelo, rendida ante tal situación. Esto me puede. ¿Qué me matará primero, el humo o las llamas? Espero que sea algo rápido. No quiero rendirme así como así, por lo que me arrastro por el barro debilmente. Una sombra negra aparece ante a mí, y va haciéndose grande y más grande, inunda mi vista, me ciega. Me rindo.

No hay comentarios: