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jueves, 14 de marzo de 2013

Capítulo 21.

La lluvia cesó hace un rato, ahora solo hay un cielo negro. Encapotado. Amenazador. Samantha no me dirige la palabra, yo tampoco digo nada. Creo que sé por qué, y que es lo que más necesita en estos momentos: un lugar y un tiempo para llorar la pérdida de Paul, aquel chico de la sonrisa constante, y que arriesgó su vida para salvar la de Sam. Por esa razón, paramos a las dos horas de ir caminando. No podemos ver más que montañas y montañas por todos lados, en todas direcciones. Y de algún modo, me siento como enjaulada. Tengo calor. Y tengo frío. No soy capaz de controlar mi respiración. Puede ser cosa de la altura a la que estamos, pues no es poca. Tampoco hay pistas sobre el paradero de Joulley. Eso debería tranquilizarme, ya que si se esconde bien, puede salvarse de los profesionales.

Un cañonazo retumba en el aire. El baño de sangre terminó, y ha sido largo. Ahora llega el recuento de las muertes. Sam y yo nos miramos, conscientes de que uno de esos cañonazos pertenece al difunto Paul y los contamos inmóviles. Uno, dos, tres, cuatro. Y así hasta ocho. Pocos si consideramos que Selene Fire tiene un lanzallamas. Cruzaré los dedos para que uno de ellos pertenezca a la víbora del distrito cuatro. Aunque claro, la suerte nunca está de mi parte. La mochila que recogimos en el baño de sangre tiene poco, pero tiene. Saco las cosas para verlas junto a ''mi aliada''. Una botella de agua vacía, aunque podemos usar la nieve de las cumbres de las montañas más altas. Unas pastillas de yodo. Un panecillo duro, si lo dejamos más servirá de arma, pienso con ironía. Una cuerda de unos tres metros, una manta, un alambre de caza. Nada más. Nada menos.

En realidad, no sé si Samantha y yo somos aliadas o no, pero al fin y al cabo seguimos juntas. Buscando a Joulley, ella tiene su arco, aunque yo estoy totalmente desarmada, supongo que si me atacan, no tardaré en morir.

 Cuando el sol ya está rojizo sobre el horizonte, nuestros cuerpos están cansados y quejosos de tanto caminar, pero no podemos parar ahora, no mientras vemos que las montañas pueden estar llegando a su fin, y si no, son mucho más bajas ahora. No ha salido la primera estrella cuando un extraño viento polar nos paraliza en nuestro sitio. ¿Dónde estamos? ¿A dónde vamos? Y hemos dejado las alturas detrás, los primeros árboles se sitúan frente a nosotras, pero la temperatura es tan baja... Ambas nos miramos de forma silenciosa, pero seguimos caminando unos instantes después, seguras de nuestros pasos. Al menos ella lo está.

 Entonces una chispa de blanco sobre las hojas verdes y el suelo irregular. Y esta chispa crece. Es nieve. Auténtica nieve helada. Y el frío es cada vez mayor. Sin embargo, la espesura del bosque no es suficiente para escondernos de posibles tributos, y tenemos que adentrarnos más en él, más en la nieve, más en el frío. Por eso el extraño traje. Una parte era para esta zona. Entonces, ¿qué hay al otro lado? ¿Calor intenso? Los dientes me castañean, y tengo que cruzarme de brazos para pegar el abrigo a mi cuerpo fuertemente.

  Al caer la noche, intentamos trepar a un árbol, pero la nieve nos hace resbalar y caer al frío suelo. Lo mismo pasa con las rocas, además nuestras manos están rojizas e irritadas de posarse en tales temperaturas. Al final nos decidimos bajo la copa de un árbol espeso. Sus ramas protegen el suelo un poco, y podemos barrer la nieve hasta quedarnos con la tierra. Nos repartimos la manta y nos tumbamos juntas. Asomadas, vemos el cielo. El himno. Las caras.

 Jack es el primero en salir. Le siguen los dos del tres y el chico del 5. El siguiente en proyectarse sobre las estrellas es el chico del 8, compañero de Alisson, eso me alivia, saber que Joulley está vivo... Las chicas del 9 y el 10. Por último Paul. Samantha parpadea y carraspea su garganta, luchando contra el llanto.

 -Puedes dormir, yo haré la primera guardia. - ella asiente agradecida y se da media vuelta, con la cabeza apoyada en la mochila.

 Me castañean los dientes y no me gusta estar en el suelo, donde somos presas fáciles. Aunque por el momento no nos hayamos cruzado con nadie desde el baño de sangre. Entonces lo oigo. Unos pasos. Una rama que se rompe. Por un momento me asusto, pensando en Alise y compañía. Pero luego pienso que los profesionales sonarían más. Sacudo el brazo de Sam. Ella se sobresalta un poco y poso una mano en sus labios en gesto de silencio. Ella también lo oye, porque prepara su arco instantáneamente.

 Nos levantamos a la par. No podemos dejarnos vencer por el miedo. No ahora. Suena de unos arbustos, a unos metros tan solo. Agarro una piedra del suelo porque es lo mejor que tengo.

 -Yo te cubro. - suena estúpido. Cubrirla con una piedra. Pero al fin y al cabo, ¿qué le voy a hacer?

 Entonces llegamos. Ella me mira justo antes de abrir las ramas de una patada y que entre ellas aparezca el pequeño Joulley recolectando bayas.

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