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martes, 1 de enero de 2013

Capítulo 13.

[PARTE DE ESTE CAPÍTULO ESTÁ RELACIONADO CON LA CANCIÓN #1. NO DUDÉIS EN DARLE AL PLAY. ES UN POQUITO CORTO, PERO EL PRÓXIMO SERÁ MEJOR, PROMETIDO.]

 A medida que pasa el tiempo, mis párpados me pesan más y más, sin embargo, parecen decididos a no cerrarse, a no dejarme caer en las pesadillas de cada noche. Todas sobre Gaby, avanzando poco a poco en sus juegos hasta el final, hasta ese sanguinario y cruel final.

 Entonces percibo algo. ¿Imaginaciones mías o la asesina de mi hermano anda por aquí, dispuesta a matarme con un cuchillo en sus manos? No sé por qué, pero mi instinto actúa por voluntad propia.

 Cierro los ojos y me pongo de lado. Los pasos se detienen frente a mi puerta.

 Respiro hondo. El picaporte se gira.

 Y finjo que duermo, que respiro suavemente y estoy relajada, claro que la tensión aumenta por momentos. La puerta se abre un poco. Pero a la habitación no entra una chica de dorada melena con un cuchillo en su mano.

 El que entra es Dan. Se ha pasado media hora plantado en la puerta, observándome con detenimiento para luego pasar a mi cuarto.

 <<Tranquilízate, Sky.>> ¿¡Sky!? ¡Me llamo Skiley! Siento unas terribles ganas de levantarme y tirarme por la ventana, total, mis posibilidades en los juegos descienden en picado. Me esperaba que se fuese como ha venido, pero en lugar de eso se sienta sobre mi cama, en un pequeño trozito vacío. Me mira, lo veo entre las cortinas que forman mis pestañas, procurando que apenas se note que estoy despierta. Suspira.

 -Skiley- susurra, quizá para asegurarse de que estoy dormida. - Sky.

 Se muerde con fuerza el labio inferior y dirige mi mano lentamente, como si temiese que fuese a explotar. No puedo apartarme. Me acaricia la mejilla y me aparta un mechón de pelo de la cara.

 -Y pensar que no me creíste cuando te dije que me gustas. - sonríe leve, sigue pensando que duermo plácidamente. - No solo me gustas, Sky. Me encantas. - sigue susurrando, hablando ''solo'' o creyendo que lo hace. - No me creas si no quieres, pero dejo mis cartas sobre la mesa, meto las manos en el fuego, solo para decirte que te quiero. Y aunque ahora no puedas oírme, a mí me basta con sentir que estas palabras han rozado tu piel. - entonces se acerca, demasiado, yo no me aparto, pero me muevo ligeramente. Él ignora esto último y me besa la frente. - Te protegeré en esos malditos juegos, te protegeré aunque me cueste la vida.

 Y entonces camina tranquilo hacia la puerta y cierra tras él. Las palabras me retumban en el cerebro, es imposible ignorarlas. Ha dicho que me quiere. El cabrón encantador me quiere. No sé cómo tomármelo. ¿Debería creerle? Bueno, ¿por qué si no iba a decirme todo esto mientras pensaba que estaba dormida? Lo que no me paree justo es que me haya dicho todo esto cuando estoy a las puertas de una posible muerte. Si lo hubiese hecho allí, en casa, las cosas habrían sido distintas. Puede que mi nombre hubiese salido igualmente en la cosecha, pero yo ¿podría haber contestado que sentía los mismo? Agito la cabeza, no puedo dejarme enamorar, no puedo ahora. Ahora no.


 Cuando amanece, mis ojos se abren con lentitud. ¿Cuánto he dormido? ¿Dos horas? ¿Cinco minutos? Lo único que sé es que me costó demasiado pegar ojo después de lo de anoche. Suspiro. Últimas horas para entrenar, después de comer empezarán a llamarnos uno por uno para demostrar lo que podemos hacer delante de los vigilantes.

 Me visto rápido, quiero darme prisa y evitar todo lo que pueda a mi mentor. Creo que no podría ni mirarle a la cara. Me miro al espejo antes de salir, percibiendo así que un rubor extraño decora mis mejillas. Suspiro desganada y abro la puerta. El único que está allí es Joulley. Pero cuando me ve venir, se bebe su chocolate a toda prisa, dejándose un bigote de este y camina a paso firme al ascensor. No se lo impido. Creo que si estuviera en su lugar, me sentiría igual.

 Como ligero, en estos momentos, ganar peso para ser fuerte me importa poco. Dos tostadas con mermelada de melocotón, una fruta que no había probado en mi vida, que es dulce y suave a mi paladar. Apunto estoy de servirme un vaso de leche caliente, pero oigo algo, una puerta que se abre. No es la de Rossie, y si no es la de ella, sé de quién es. Me levanto y corro rápido hacia el ascensor. Llamo al timbre y pido que aparezca pronto.

 -Hey, Sky. - saluda Dan apareciendo, pero las puertas se abren y entro dentro. La cara de Dan es un libro abierto, que borra la sonrisa y se encoge de hombros. Camina a sentarse en la mesa, pero el ascensor, ya está descendiendo. Suspiro mientras contemplo como las puertas de cristal bajan y bajan. Se detienen para recoger a la chica del 5 de nuevo y siguen su descenso. Hacen una nueva parada, en la planta 4 por la que entra la tributo femenina. Me mira raro y se ríe.

 -¿Qué? ¿Os lo pasastéis bien anoche tu mentor y tú? - entrecierro los párpados, con desprecio. Suelta una nueva carcajada y se aparta su pelo rojizo hacia un lado. Las puertas se abren y el gimnasio se cierne ante nosotras. Salimos, Alice, la despreciable pelirroja, va dando saltitos para reunirse con los profesionales. La del cinco y yo salimos a paso inseguro. Hoy no capto tanta atención como ayer, pero el odio es palpable en el ambiente.

 Al rato, descubro que la lucha cuerpo a cuerpo se me da bien en parte. No tengo mucha fuerza física, lo sé por lo poco que daño a mi adversario con golpes y patadas, pero sí soy ágil y, cuando un enemigo quiere atraparme entre sus brazos para inmovilizarme, me escaqueo con facilidad, lo que me hace ''difícil de atrapar'' El problema está en que todos los tributos, parecen tan ágiles como yo. Por lo que no me da ninguna ventaja.

 Paso toda la mañana ahí, aprendiendo algunas técnicas que, me ayudan precisamente a esquivar ataques, pero no a atacar en sí.

 A la hora de la comida, me vuelvo a sentar sola, como despacio y tranquila, tranquila hasta que llega un trozo de estofado a mi cara, miro enfurecida a todos lados, estoy segura de que ha sido Alice. Sus carcajadas llenan el aire. Se me ha quitado el apetito. Dejo mi plato como está y me levanto cuando un nuevo trozo se dirige a mí. Y otro. La comida vuela en mi dirección. No lloro. No me lo permito. Salgo con la cabeza alta del lugar bajo la lluvia de carne.

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