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jueves, 6 de diciembre de 2012

Capítulo 9.

No sé a qué hora abro los ojos, pero sí que soy la primera en despertar y que el sol aún no ha salido sobre los brillantes edificios. Aunque quizá en casa sí que haya amanecido. Probablemente todos estén preparándose para un nuevo día, haciendo sus camas, aseándose. Los más madrugones desayunando. Danae estará en su cuarto, regando la maceta que tiene en la repisa de su ventana, o quizá la haya dejado empezar a marchitarse, quizá sus esperanzas de verme volver estén muriendo ya. Y lo peor de todo, es que quizá sea verdad.

 Me levanto de un salto y dejo todo como está para ir al baño y lavarme la cara. El agua fría me despeja. Cambio mi ropa por la que supuestamente llevarán todos los tributos en el entrenamiento. Me fijo bien, es elástica y firme. Se ciñe al cuerpo de forma cómoda, permitiéndo la máxima movilidad. En cuanto al tono, es gris oscuro, con unas líneas azules en las zonas curvadas de mi cuerpo. Suspiro y me calzo. Luego me hago una coleta alta y salgo. Me sorprende ver a Joulley zampando un trozo de bizcocho más grande que su cabeza. Me percato de sus ojeras y su estado tan apagado. Sé que tiene miedo, mucho miedo.

 -Buenos días, Skiley. - saluda educado.

 -Buenos días. - le contesto mientras me siento en frente de él. Luego miro los alimentos y escojo una magdalena que mojar en mi chocolate caliente. Esta bebida me calma, su sabor es embriagador y produce bienestar. -¿Qué hora es? - pregunto antes de llevarme un trozo a la boca.

 -Creo que las seis y media.

  Abro los ojos, pues sí que es pronto. Además, no bajaremos hasta las diez, lo que nos deja demasiado tiempo libre que no sé como rellenar para distraerme.

 -¿De qué color es hoy tu ropa interior, Sky? - sonríe Dan, haciendo su aparición en escena. Suelto un bufido, al parecer lo de ayer fue un momento de debilidad, pero sigue siendo el mismo de siempre. Y creo que nunca cambiará. -Mmm... Magdalenas. - dice cogiendo la que tengo en la mano.

 -¡Eh! - me quejo. - Coge del plato, idiota.

-Hey, hey, tranquila, no te desesperes, o te saldrán arrugas. - muestra una sonrisa autosuficiente.

Suelto un suspiro y cojo un panecillo mientras me levanto. Camino hacia mi habitación mientras oigo como Dan suelta un silbido de ligoteo.

 -Imbécil. - digo para mí misma mientras me meto en el cuarto y enciendo el televisor.

 Caesar habla con Claudius sobre cada uno de los tributos, intentando dar algunos detalles de sus vidas personales, eso es algo que interesa mucho a la gente del Capitolio, saberlo todo sobre las vidas de los demás. Me pone enferma. Puedo observar a la chica del distrito uno, creo que en cierto modo ya la odio, pues ese mismo puesto ocupaba la asesina de Evelynn. Dicen de ella que es bastante popular y que si gana, se dedicará a posar para todos esos cuentos raros de las revistas capitoilenses, las posibilidades giran bastante a su favor. El chico de su mismo distrito, parece una maquina de matar, lo que me intimida bastante.  Lo mismo puedo decir del distrito dos y del cuatro, todos ellos van con su seguridad por las nubes, al igual que su ego, no los soporto. El resto está tan asustado como yo, lo sé por cómo caminaban en las cosechas hacia el escenario, por cómo sus ojos brillaban de agonía al no confiar en sus posibilidades de volver a casa. Sobre Joulley dicen que no hay que juzgarle por su apariencia, que tiene tantas posibilidades como los demás, aunque a mí, personal y egoístamente, no me lo parece. Le aprecio, quiero que regrese si no lo hago yo, pero no creo que lo consiga, ni aunque nos aliásemos, no podría protegerle eternamente, tarde o temprano, uno, o los dos, moriríamos. Luego hablan de mí, de ''Sky'' , por ese nombre ridículo.

 -Yo pienso que esta chica está entre los favoritos, Caesar. - comienza a decir Claudius con su grave voz. - Hemos de recordarle a la audiencia que su hermano Gaby llegó a la fina en los decimonovenos juegos. - recuerda mientras siento una punzada en el pecho.

 Y entonces ponen unas imágenes, unas imágenes que hace años que no las veo. Un corto vídeo, treinta segundos para que son suficientes para que me eche a llorar. La muerte de mi hermano.

 ''Gaby se encoge en su rama sin apenas hacer ruido, o esperando no hacerlo, ya que corre más peligro que nunca, bueno, también están todos esos momentos con mi padre, pero aquí no sería igual. Aquí no podrían castigar a los profesionales por matarle, ya que de eso tratan los juegos. Pero, sin embargo, a pesar del miedo que recorre mi cuerpo y el suyo, los cinco chicos, cuatro profesionales y el chico del 5 al que parece que han permitido entrar en la alianza, pasan sin percatarse de su presencia. Mi hermano está a punto de salir por patas en cuanto se alejan un poco, pero algo le detiene, la chica del 5 se avalanza sobre él nada más tocar el suelo, impidiéndole coger nada ni poder defenderse, suelto un chillido y me llevo las manos a la cara, no quiero ver nada más. Pero... cuán equivocada estoy, cuando la menudita chica, le propone a mi hermano una alianza.''

 La agonía ha pasado, el reloj ya da las diez y el ascensor baja tan rápido que creo que noto tambaleo, pero no del propio ascensor, sino yo, que me estoy empezando a marear. Joulley se muerde las uñas mientras las puertas se abren, y le ordeno que deje de hacerlo, que no debe parecer asustado. Me hace caso y nos metemos en el gran gimnasio. Dan no exageraba al decir que habría de todo aquí, porque lo hay. Cuchillos, lanzas, arcos... hachas. Hay hasta algún simulador de distintos paisajes, cómo del mar, para aprender a adaptarse a lo que quiera que vayan a hacer este año en la arena, por supuesto, nadie lo sabe. Un hombre, que aparenta unos treinta años, comienza a hablar explicándonos algunas reglas y consejos que nos vendrán bien.

 -Nada de peleas, ya podréis mataros en la arena. Nada de llevarse las armas, obviamente deben quedarse en el gimnasio. Comeréis aquí a mediodía, la cena y el desayuno serán en vuestras plantas. Todos estáis deseando echar el guante a las armas, pero la mayoría moriréis por causas naturales: infección, deshidratación, congelación... hambre... - continúa hablando, pero yo no escucho, estoy ocupada fijándome en los profesionales, lo único que quieren es demostrar su poderío, tal y como los perros marcan su territorio.

 Marcus, que así se llama, termina de hablar y nos da pista libre para poder empezar. Me pregunto si debería ocultar mis habilidades ante los demás, pero sería una completa estupidez, pues al venir del distrito 7 siempre vamos a lo mismo, las hachas y la escalada. Y mi pequeño amigo, opta por esta última y se dirige a un gran árbol que han situado en lo que parece un simulador de un bosque. Sube sin mucho esfuerzo, se le da bien, bastante bien en realidad. Le sonrío leve y voy a las hachas, las examino curiosa, son ligeras y fáciles de manejar, su mango es suave, aunque metálico y frío, no como las de casa, que se adaptan a nuestra palma en seguida. La hoja es fina y afilada. Respiro hondo y fijo la atención en un maniquí. Concentro mi mirada y la fuerza de mi brazo. Estoy a punto de lanzar.

 -¡Cuidado, 7! - grita el chico del 2 detrás de mí, lo que me distrae y me hace fallar el objetivo y quedarme a un metro de darle, éste y los demás profesionales se ríen. - Ten cuidado, no vayas a acertar.

 Resoplo resignada y cojo una segunda hacha, con tal furia, que la lanzo al muñeco en el que el chico que me ha molestado, iba a practicar con los cuchillos, la fuerza hace que el maniquí se mueva y su cuchillo falle. Me mira con rabia, sé que estoy en su lista, pero le dedico una sonrisa y sigo a lo mío.

 Esto es genial, quería ganar los juegos y ya estoy la primera en la gente que deshacerse, muy bien, Skiley. Pero no me arrepiento de haberlo hecho, no me arrepiento de nada en realidad, porque aunque me ponga en peligro, aunque vaya a morir después, no puedo evitar odiar a aquellas personas que mataron a mi hermano.

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