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domingo, 23 de diciembre de 2012

Dan. ''Los niños grandes no lloran.'' PARTE 1.

~Escena extra del capítulo 13. Narrada por Dan.~

 Doy una vuelta alrededor del sillón. Doy una vuelta alrededor de la mesa del comedor. Me dirijo a la cocina. Abro la gran nevera y seguidamente la cierro sin coger nada. Salgo de la cocina y me acerco a pasos vacilantes y tímidos a ese lugar al que, cada vez que me acerco, mi espalda se queja por el dolor que aún permanece ardiente. Dudo si asomarme o no. Y es que, fue aquí, donde las cosas se torcieron. Fue aquí donde el destino de Sky se escribió para mal. Porque me siento así. Siento que, de alguna manera, la he sentenciado a muerte.

 Acaricio el cristal, dejando mis huellas dactilares a causa del frío exterior y una buena nube de vaho por mi aliento. Lo limpio toscamente con la manga de mi camiseta. Agito la cabeza y dejo el lugar tranquilo, no quiero más problemas.

 Paso caminando por delante de las habitaciones. La mía. La de Rossie. La de Joulley. Y la de ella. La de Skiley. Me muerdo el labio inferior. Estoy seguro de que está despierta, pero también de que por nada volverá a venir a hablar conmigo de madrugada para coger el sueño. Ya no.

 Vacilante, poso mi mano sobre el picaporte y lo giro despacio. Abro muy poquito, tan sólo una diminuta raya por la que asomo mi mirada. Me sorprende ver cómo su figura, arropada por las mantas, respira muy lenta y tranquilamente. Quizá sí esté dormida, o sólo se lo esté haciendo para evitar hablar conmigo. Me da la espalda, pero puedo ver su pelo castaño en ondas sobre la almohada, la piel rosada de su brazo sacado tímidamente al exterior. Su figura es inconfundible, sobre todo para mis ojos.

 Porque para mí, es la cosa más bonita del planeta.

sábado, 22 de diciembre de 2012

Capítulo 12.

''Gaby y Melanie, pues ese es el nombre de la chica del distrito 5, congenian bastante bien. Comparten el trabajo y sus provisiones y se cubren las espaldas el uno al otro, pero ambos saben que no podrán ser amigos eternamente. La última noche de los décimo octavos juegos del hambre, quedan cinco tributos en la arena, ellos dos y tres profesiones. Es entonces cuando el pánico se desata, los vigilantes deciden actuar y comenzar la parte más emocionante de todos los años: el final de todo. La victoria de una sola persona sobre los demás. Los mutos que envían matan violentamente a los tributos del distrito 2 y hieren de gravedad a Melanie. Gaby no puede evitar un par de lágrimas que ruedan por sus ensangrentadas mejillas. Ella le sonríe levemente y le acaricia la mejilla. 

 -Gaby... - susurra entre toses.  

 Mi hermano no le hace caso y tapona lo más fuerte que puede la gran abertura de su estómago, que no para de sangrar a borbotones. 

 -Gaby - le obliga a mirarla. - puedes volver a casa. Regresar con tu hermana y esa chica que te gusta. Puedes volver y hacer que me recuerden como soy y no en lo que los juegos me han convertido. - sus palabras son ciertas, en lo que llevan de duración estos, Melanie ha matado a tres personas. 

 Él asiente y se da por vencido. Abraza a Melanie con fuerza mientras ella se va, se muere poco a poco. Echala un último suspiro que queda perdido en el aire y suena el cañonazo. No pasan ni dos minutos, cuando los cabellos rubios del último obstáculo para regresar, se reflejan entre la maleza. ''

 Abro los ojos y, por un momento, había imaginado que nada de ésto había pasado, que yo estaba en casa, con Danae, trayéndome el desayuno a la cama debido a ser el día de mi cumpleaños. Luego iríamos al bosque, arriesgándonos ambas a un castigo y allí estaría mi hermano, tallando madera para regalarme una pequeña figura artesanal. Esa figurita, no la tengo ya, pues cuando enterraron el cuerpo de Gaby en el cementerio común del distrito 7, la metí en la caja con lo que quedaba de él. Era una detallada hacha, de un color marrón rojízo que siempre llevaba en los bolsillos y acariciaba su textura en los momentos difíciles. En éste instante me vendría bastante bien. Porque no estoy en mi hogar, estoy en el capitolio, a tres días de comenzar los vigésimo segundos juegos del hambre. 

 Suelto un leve bostezo y me estiro en la cama, no sé que hora será, pero estoy segura de que algo más tarde que ayer. Me incorporo con ligereza y doy un salto de la cama, lo primero que hago es ducharme e intentar ajustar bien el agua, debido a que aún no sé manejar los miles de botones que hay. Sin embargo, parece que lo consigo, y el agua cálida resbala sobre mi piel. Entonces me parece oír un grito. Apago el grifo para poder escuchar mejor y, en efecto, se oyen voces discutiendo en el salón. Frunzo el ceño y me envuelvo en una toalla. Me aproximo a la puerta, pero, en lugar de salir, apoyo mi oreja. 

 -Shh... - sisea a alguien, luego me doy cuenta de que es Rossie. - Los vas a despertar. 

 -¡Pues que se despierten! - grita Joulley enfurecido, me parece increíble ver a alguien tan angelical como es él, enfadado de ésta forma. - Son las doce de la mañana, todos están entrenando y porque ellos se hayan pasado la madrugada besuqueándose no son más para despertarse después,

 La situación se me clava dentro y me hace caer al suelo. Me froto las sienes como hice ayer y sigo oyendo cómo grita, cómo nos acusa. Cómo... nos odia. 

 -¿Cómo sabes eso, pequeño? - pregunta Rossie algo disgustada, al parecer tampoco es de buena educación tener algo más que una relación profesional entre tributo y mentor. Mis propios pensamientos me desquician, ¡ni siquiera nos besamos! ¡no pasó nada!

 -Es lo que todos los tributos dicen... - baja el tono a un susurro lastimero. -Creo que el chico del uno los vio desde el balcón. 

 Profesionales. Seguramente dieron por hecho eso y no se quedaron a ver la escena completa. En cuanto Dan se aproximó a mí se metieron en el interior y se dirigieron a las plantas dos y cuatro con el cuento a todos. Cuándo quisieron asomarse para asegurarse, nosotros ya estábamos dentro, Dan riéndose y yo curándole. Por lo tanto, efectivamente creyeron cualquier cosa y se lo han dicho a todo el mundo, a sus mentores, esos mentores a otro mentores y esos otros a sus propios tributos. Todo el edificio cree eso. Todo el edificio.

 Me quedó ahí tirada en el suelo, luchando contra el llanto mientras unos pasos y una voz más clara hace presencia. 

 -A ver, a ver... todo eso tiene una explicación. - dice Dan mientras camina. 

 -¡Pues no quiero oírla! - chilla Joulley y corretea. Oigo cómo pica al ascensor y éste abre y luego cierra sus puertas. Dan suspira y se dirige a Rossie. - Es cierto, yo la intenté besar, pero no pasó nada. De hecho, ella se resistió y dijo que no sería justo, que parecería hecho aposta para triunfar con los patrocinadores. - miente bien, he de reconocerlo. Porque en realidad yo no lo hice por eso, yo lo hice por el mismo Dan. Me pone enferma y nerviosa, pero a la vez, tengo una sensación extraña cuando no estoy cerca de él. 

 Me levanto. Las cosas van de mal a peor. Me pongo el traje de los entrenamientos y me seco el pelo con un botón que le da una sacudida eléctrica y lo deja desenredado por completo. Me lo recojo en una coleta alta y salgo de la habitación. Ambos me miran. Dan con una mirada que no logro identificar, Rossie, completamente indignada. El ascensor se abre y da paso a Zafira y a la estilista de Joulley. Ambas nos acribillan a preguntas, lo que confirma, que ese rumor se ha extendido. 

 -Nada de eso es verdad. - aclaro y poso mi mirada en el reloj de la pared del fondo. 

 -Yo se lo explicaré, baja a entrenar, Skiley. - ofrece Dan en tono amable, tiene razón, porque aunque mis posibilidades de ganar bajen por momentos, debo emplear mi tiempo para aprender de superviviencia lo máximo posible. 

 Entro en el ascensor y pulso la planta del gimnasio. Cuando se abren las puertas, las miradas se clavan en mí como agujas. Los profesionales se ríen escandalósamente y observo cómo el descarado chico del 1, el que supuestamente nos vió, pone morritos en mi dirección. Joulley se da la vuelta enseguida y sigue practicando los nudos que está haciendo. El chico del seis me mira mal, los del doce, que eran mis supuestos aliados hacen algo similar y me dan las espaldas. Pillo el mensaje, la alianza se ha roto. La única que parece ignorarme por completo es la chica del 5, que hace hábilmente el recorrido de velocidad en un tiempo récord. Siento ganas de llorar, pero en lugar de eso, levanto la barbilla y me dirijo al puesto de camuflaje, en el que pasó yo sóla el resto de la mañana, ya que nadie quiere acercarse a mí. A la hora de la comida, me pasa un tanto de lo mismo y cómo en silencio. Veo que Joulley si sigue con el 12, espero que ellos le protejan de verdad, porque, aunque él me odie, yo no puedo evitar sentir compasión hacia él. La tarde también es lenta y ardua, y yo voy al puesto de comestibles para no caer el la tentación del dulce veneno que puede esconderse en cualquier lugar de la arena. Puedo observar que la chica del 8, llamada Dakota, Dakota Jhonson, se acerca a mi lado, sin importarle qué haya hecho o qué digan de mí. Debe rondar mi edad o poco más, es capaz de detectar todos los alimentos malos menos dos. Claro que 18 de 20 no está nada mal. También es buena con los nudos. Distrito 8, fábricas textiles. La pongo en la lista de gente que evitaré matar por el simple hecho de no hacerme el vacío. 

 Luego empieza el mal trago. No sé cómo lo hago, pero consigo el valor suficiente como para acercarme a Joulley, Samantha y Paul, que llevan todo el día en el simulador del mar. 

 -¿Podríamos hablar? - pregunto en un hilo de voz. La contestación que recibo es como un bofetón. 

 -Vete a besar a tu mentor y déjanos en paz. - dice Sam. 

 -Habla cuanto quieras, otra cosa es que te escuchemos. - prosigue Paul. 

 - No. - remata Joulley. Y, por alguna razón, esta frase es la que más me duele. 

 Humillada y rechazada, me alejo y me dirijo hacia el ascensor, completamente hundida. Sé que mañana son las sesiones privadas con los vigilantes y que, por lo tanto, debería aprovechar todo lo que pueda para entrenar, pero ¿para qué? Todos van a ir a por mí en los juegos. No voy a tener ninguna posibilidad para sobrevivir. 

 Todos me odian. 

 Claman mi muerte. 

 Quieren mi sangre. 

 Y soy consciente de ello.

miércoles, 19 de diciembre de 2012

Capítulo 11.

 Se pega a mi cuerpo como las sábanas temprano por la mañana. Incluso rodea mi cintura con sus brazos, observo que cierra los ojos y acerca su rostro al mío. No puedo evitar lo que sucede, mis brazos responden por sí solos y empujan su cuerpo con fuerza, empujándole al otro lado del balcón y haciendo que caiga. El corazón amenaza con salirse de mi pecho. Se agita con fuerza. Suelto un pequeño gritito mientras Dan voltea el balcón y se mantiene sujeto gracias a sus perfilados brazos. Puede caerse en cualquier momento. Me acerco y le tiendo la mano para ayudarle.

 -Lo siento, Dan. - el susto me saca las lágrimas de los ojos. - Yo... no quería hacerte daño. - puedo ver que su ceja sangra leve, pero notablemente y, cuando sube, veo que su espalda está rojiza y entumecida. Me llevo una mano a la cara mientras sollozo.

 -Eh, eh... - me abraza, y por alguna estúpida razón no me aparto. - Tranquila, estoy bien.

 Sorbo por la nariz y me seco la cara con las mangas de la camiseta..

 -Pero...

 -Shh... - me detiene, puedo notar, como su pecho se mueve, que su respiración es acelerada, y que su pulso está al mismo compás que el mío. Me acaricia la espalda, llevando su mano desde mi cabeza hasta mi cintura. Ese gesto me calma lo suficiente como para dejar de llorar.

 Nos quedamos un buen rato así, mientras mis pensamientos intentan deducir que ha pasado. Dan... ¿me quería besar? y yo le he empujado por un balcón. ¿Por qué lo he hecho? Está claro que no quería besarle... Sin embargo... Si le hubiese dejado hacerlo, ¿habría pasado algo? Retiro estas ideas de mi cabeza mientras él retoma la palabra.

 -Y, además, no me hubiese pasado nada. Todo el edificio está cubierto por un campo eléctrico para evitar... suicidios y esas cosas.

 -¿Alguna vez lo han intentado? - pregunto frunciendo el ceño.

 -No tengo ni idea, pero supongo que si no estuviese ahí esto no hubiese acabado tan bien quizá. -pone los ojos en blanco mientras yo hago una mueca. Una gota de sangre cae en mi brazo, tiñendo un poco este de rojo, lo que me recuerda sus heridas.

 -Te voy a curar, vamos.- digo en tono serio mientras le cojo de una mano y tiro de él hacia el interior. Dan se quita la camiseta y la arruga para ponérsela en la ceja dañada. Como ésta, es blanca, se mancha enseguida. La situación me provoca un doble nerviosismo.

 Primero, la brecha no deja de sangrar.

 Segundo, Dan está sin camiseta.

 Éste último pensamiento me provoca un escalofrío. Debo reconocer que es atractivo, lo mires por donde lo mires. Pero... han sido tantos años de bromas pesadas que ya no sé cómo debo de ver a este chico. Suelto un suspiro y agito la cabeza cuando él se ríe, consciente de que no aparto mi mirada de su torso. Me dirijo al  baño de mi habitación y me miro al espejo, me apetece darme un bofetón por lo que acabo de hacer. Aunque, en lugar de eso, busco el botiquín para heridas leves. Lo cojo y salgo rápidamente. Dan se ha sentado en el sofá. Dejo el botiquín junto a él y continúo mi paseo hacia la cocina. Donde me hago con dos cubitos de hielo que envuelvo en un trapo. Regreso con Dan y le doy el hielo.

 -Póntelo en la espalda. - me siento al lado de él y abro el botiquín. Tiritas, agua oxigenada, algodón, espadradapo, vendas, pastillas... Me muerdo el labio inferior, precisamente, hacer de enfermera, no una de mis cualidades. Humedezco un poco de algodón en el agua oxigenada y se lo acerco a la brecha con suavidad. Él suelta un siseo, pero no se queja mucho.

 -Bueno, Sky, ¿y cuál era la razón por la que querías matarme?

 -No te quería matar.-contesto en tono serio.

 -Pues casi lo haces. - ríe sin demasiadas ganas y continúa. - Siento haber hecho eso.

 -¿El qué? Lo de intentar besarme. No importa, ya estoy acostumbrada a tus gilipolleces.

 -Hey... Calma, fiera. - coge de mi barbilla y me obliga a mirarle a los ojos. A esos inconfundibles ojos verdes. Inconfundibles y malditos, pues hacen que quisiera cambiar lo ocurrido en el balcón, pero no lo que hubiese ocurrido si no le hubiese empujado. Él muerde su labio inferior, con una sonrisa. Yo le miro sin saber qué hacer. -No vayas a ponerte tan agresiva como Rossie, ella sí que tiene pintas de ir empujando a la gente por las ventanas.

 Ese chiste malo me produce un ataque de risa fuerte, Dan intenta calmarme, no es intención despertar a todo el equipo por esta tontería. Me calmo un poco y le pongo una tirita en la ceja mientras la sonrisa permanece ahí, constante.

 -Me gustas, Sky. - dice cuando ve que estoy por la labor de irme.

 Lo curioso es que no me sorprende demasiado. Suspiro y me acaricio las sienes, algo consternada.

 -¿No vas a decir nada? - pregunta.

 -¿Y qué debo decir?

 -Si... me correspondes.

 -Dan, no entiendo nada. No te entiendo a ti. Si te gustase hubieses sido distinto en un pasado, no te hubieses portado como un capullo durante todos estos años.

 -Pero soy un capullo. Nadie lo entiende mejor que tú.

 Asiento.

 -Lo eres y no, no te correspondo. - digo en tono hosco, intentando levantarme de nuevo. Él vuelve a sentarme.

 -Demuéstramelo. Mírame a los ojos y dime que no.

 Y otra vez me pierdo en su verde mirada. No es tan difícil hacerlo, son dos letras, una ''N'' y una ''O'', claro que mis labios se resbalan y me quedo en un titubeo indescifrable.

 -Me voy a la cama.

 -¡Te gusto, Sky! ¡No lo puedes negar! - exclama animado mientras me alejo. - Ten, para tu colección. -me lanza su camiseta ensangrentada.

 -Eres un capullo.

 -Lo sé.

 Me meto en la habitación y, antes de cerrar la puerta suelto:

 -Y si me llamas Sky otra vez, te vas a arrepentir, Dan - chillo para que pueda oírme, pero sin poder contener una sonrisa.

   Y es que es Dan Lewis, el cabrón encantador del distrito 7.

martes, 18 de diciembre de 2012

Capítulo 10.

 La comida en el gimnasio del primer día, transcurre lenta y sofocante. Los profesionales ya se han hecho ''amiguitos'' y marcan su territorio como perros salvajes. Arman mucho escándalo, e intentan meternos miedo a todos. Yo no tengo miedo, los odio demasiado como para tenerlo. Por lo que en mí implica, no hablo con nadie que no sea Joulley, aunque a mí se me acercan educadamente dos tributos. Son los del doce. La chica es la que toma la iniciativa, parece joven, aparenta unos quince años. El chico parece algo más mayor. Ella es rubia y delgada, de tez pálida. Él tiene otros rasgos diferentes, piel aceitunada y ojos grisáceos. Samantha y Paul, son sus nombres. Procuro ser amable aunque no sea mi punto fuerte y Joulley y yo pasamos el resto de la tarde con ellos. En cuanto dan las nueve en punto, nos echan del gimnasio, tenemos que tener sí o sí las mismas horas de entrenamiento para que sea justo para todos.

 Nuestro ascensor hace un viaje eterno. Primero a la planta 5, para dejar a una chica morena, que ha pasado los entrenamientos en el puesto de hogueras, sola. Me pregunto si tendrá un plan parecido al que usó Dan en sus juegos. Aunque lo dudo. Ahora los vigilantes tienen más cuidado con el territorio que crean. Luego en la planta 7, la nuestra. Nos despedimos del 12 sin mucha alegría. Ya que el tiempo no se detiene hasta nuestro rumbo a la muerte. Ahí nos espera nuestro equipo para la cena. Todo huele apetitosamente bien. Y me sorprende lo callado que está nuestro mentor. Claro que así mejor.

 Cenamos rápido, pero degustando los alimentos. Cuando acabamos, Rossie decide sacar tema de conversación.

 -¿Habéis pensado ya en el prototipo que usaréis en las entrevistas?

 -Eso es fácil. -contesta Dan, en tono vacilón. -Apostaremos por la ternura con Joulley y la ferocidad con Sky.

 Suspiro, es inútil quitarle el apodo de la cabeza. Entonces le interrumpo.

 -Espera... Espera... ¿Ferocidad? - digo en tono inseguro.

 Él asiente.

 -Yo no sé ser feroz.

 -Te sale sólo, encanto. - me guiña un ojo. Me pone enferma. - Además, con el vestido que te haga Zafira, matarás dos pájaros de un tiro, pues también estarás sensual.

 ¿Ha sido eso un piropo? Retiro esa idea de la cabeza. ¿Cómo va a decir Dan un piropo a mi persona?

 -Bueno, todo eso está bien - suelta la acompañante. -¿Y has empezado a hablar con los patrocinadores, Dan?

 -Sí, ésta mañana hablé con un hombre que apostaba por Sky - me mira con una sonrisa traviesa. - Creo que le gustas.

 Arqueo las cejas y suelto un bufido.

 -Eso también es genial. Yo también vi a una mujer embarazada que quería a Joulley. Dijo que estaba de seis meses y que quería que su hijo fuese tan ''mono'' como él.

 Suelto un bostezo. Mañana continúan los entrenamientos y creo que necesito un buen descanso. Sin embargo, cuando estoy en la cama, pueden pasar segundos, minutos y días sin que me calme y me quede dormida. Sé lo que necesito. Supongo que lo único que me relaja es algo que a la vez no soporto. Hablar con Dan. Creo que sé dónde está. Y no me equivocaba. Me asomo al balcón con él.

 -Hey, Skiley. - dice acercándose un poco.

 -Hey Dan. - repito en el mismo tono, pero alejándome la misma distancia.

 Ignora mi rechazo y se acerca de nuevo.

 -¿Cómo han ido los entrenamientos?

 -Bien... Han ido... Bien. - digo sin más. - Nos hemos aliado con los del 12. Y quiero a la chica del 5. - enseguida pone los ojos en blanco.

 -Sky... Sky... Los profesionales te quieren. - sonríe.

 -¿Cómo?

 -Que los profesionales te quieren de aliada.

 -¿Por qué? - pregunto como una idiota. Entonces recuerdo el coraje con el hacha y el maniquí de esta mañana. ¿Y sólo por eso me quieren?

 -Creo que les sorprendieron tus habilidades. Pero... hay un problema. -no hace falta, sé cuál es. - Sólo a ti. Joulley no entraría en el trato.

 -Pueden olvidarse entonces de mí. Es más, no pienso aliarme con ellos de ninguna de las maneras. - me interrumpe antes de acabar.

 -Escúchame. Quiero que regreses a casa y tus posibilidades se aumentarían si vas con ellos. - ''quiero'' ''él quiere'' que regrese. Agito la cabeza. Él suspira. - Eres tan cabezota... - avanza otro paso y yo me alejo, mi espalda coca con el extremo del balcón.

 -No pienso hacerlo, Dan.

 -Está bien, tú mandas. - suspira, echándome su aliento, con olor a menta en la cara.

 -¿Puedes alejarte un poco?

 -¿Acaso... te molesta? - sonríe travieso.

 -Sí, mucho.

 -Ay, Sky, Sky... - se acerca tanto a mí, sólo para joderme, que con unos cuantos milímetros podría besarme. Mis ojos se posan en los suyos, intentando averigüar que pretende, nunca... nunca me había fijado en él realmente. Sus ojos verdes son... ¿bonitos? quizá no sea el adejtivo apropiado, estos miran un poco más abajo. A mis labios. Frunzo el ceño. Y no me hago responsable del resto.

domingo, 9 de diciembre de 2012

Anexo: Tributos y distritos.

Bueno, me apetecía desatar mi creatividad un poquito y me he entretenido, no solo con la escena extra de la entrada anterior, de la que no paro de fardar porque me encanta e.e También he creado a cada uno de los tributos un poquito, ya los tengo mentalmente construidos y en fin, no voy a deciros que cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia, porque hay personas a las que quiero agradecer su apoyo en todo momento y quizá tienen una pequeña mención o algo.

 Sin más demora, os presento a los tributos de los vigésimo segundos juegos del hambre:

 DISTRITO 1.
 Chico: Seth Lenon.
 Chica: Bianca Grey. -----> Completa indignación.

 DISTRITO 2.
 Chico: Jack Storm.
 Chica: Nelly Webber.

  DISTRITO 3.
 Chico: David Moore.
 Chica: Linda White.

  DISTRITO 4.
 Chico: Sebastian Reese.
 Chica: Alice Dotelli. -----> Rival.

   DISTRITO 5.
 Chico: Marc Pevensie.
 Chica: Selene Fire. -----> Alianza.

   DISTRITO 6.
 Chico: Cameron Fanning.
 Chica: Vanessa Lion.

  DISTRITO 7.
 Chico: Joulley Tiddle. -----> Más que aliado, amigo.
 Chica: Skiley Weir.

  DISTRITO 8.
 Chico: Peter Geist.
 Chica: Dakota Jhonson.

  DISTRITO 9.
 Chico: Scott Parksonn.
 Chica: Helen Helberg.

  DISTRITO 10.
 Chico: Mike Alvorld.
 Chica: Laurie Williams.

  DISTRITO 11.
 Chico: Lucas Kraulendford.
 Chica: Christie Capland.

  DISTRITO 12.
 Chico: Paul Mitchell. -----> Alianza.
 Chica: Samantha Clearwater. -----> Alianza.


 Los datos de rivalidad y de alianzas pueden cambiar, puesto que la historia no la tengo del todo desarrollada. Espero tener el capítulo 10 listo para esta semana, si no, os dejo que me peguéis :3

viernes, 7 de diciembre de 2012

Escena extra del capítulo 8.

~Narra Joulley.~


Pataleamos en la pared mientras Dan se ríe al escuchar un gritito que Skiley ha soltado, seguramente al intentar usar la ducha. Yo también suelto una pequeña carcajada.

 -Dan. - comienzo a decir cuando paramos.

 -¿Sí, pequeño? - me pregunta mientras se levanta de su cama y se quita la camiseta para cambiarla por una más cómoda, sencilla y de color negro.

 -¿Por qué te gusta tanto molestar a Skiley?

 Él suelta una carcajada y agita la cabeza sin borrar la sonrisa mirado a la pared que recién hemos dejado de golpear.

 -Porque es muy divertido. - me guiña un ojo.

 -No, en serio. - tendré doce años, pero no soy idiota, no me pueden engañar tan fácilmente como creen, no soy tan ingenuo.

 -Pues... Joulley, me gusta tomarla el pelo por la cara que pone cuando se lo tomo. Me gusta cuando grita y cuando se enfada conmigo. Me gusta cuando quiere darme un buen bofetón pero se contiene para no armar un escándalo. Me gusta preguntarla cada día de que color es su ropa interior para ver como se sonroja, y vacilarla para que me conteste mal. Me gusta esos días en los que la da por sonreír, por olvidarse un rato de su pasado. Me gusta... esa Skiley que odia que la llame Sky, porque significa cielo, y ella no quiere ser mi cielo. - pone los ojos en blanco y acaricia la pared. - Me gusta cómo se irrita, hacerla de rabiar y que me insulte. Que me llame idiota, imbécil y capullo. Me... - se detiene y me mira. - Ya he hablado demasiado. Vete a ponerte cómodo para la cena. - me aconseja devolviéndole a su rostro algo de seriedad.

 Asiento, y salgo de mi habitación. Cree que ha parado a tiempo, pero no lo ha hecho. A Dan le gusta Skiley, le encanta. Y yo soy un niño de doce años que va a morir en los vigésimo segundos juegos del hambre.

jueves, 6 de diciembre de 2012

Capítulo 9.

No sé a qué hora abro los ojos, pero sí que soy la primera en despertar y que el sol aún no ha salido sobre los brillantes edificios. Aunque quizá en casa sí que haya amanecido. Probablemente todos estén preparándose para un nuevo día, haciendo sus camas, aseándose. Los más madrugones desayunando. Danae estará en su cuarto, regando la maceta que tiene en la repisa de su ventana, o quizá la haya dejado empezar a marchitarse, quizá sus esperanzas de verme volver estén muriendo ya. Y lo peor de todo, es que quizá sea verdad.

 Me levanto de un salto y dejo todo como está para ir al baño y lavarme la cara. El agua fría me despeja. Cambio mi ropa por la que supuestamente llevarán todos los tributos en el entrenamiento. Me fijo bien, es elástica y firme. Se ciñe al cuerpo de forma cómoda, permitiéndo la máxima movilidad. En cuanto al tono, es gris oscuro, con unas líneas azules en las zonas curvadas de mi cuerpo. Suspiro y me calzo. Luego me hago una coleta alta y salgo. Me sorprende ver a Joulley zampando un trozo de bizcocho más grande que su cabeza. Me percato de sus ojeras y su estado tan apagado. Sé que tiene miedo, mucho miedo.

 -Buenos días, Skiley. - saluda educado.

 -Buenos días. - le contesto mientras me siento en frente de él. Luego miro los alimentos y escojo una magdalena que mojar en mi chocolate caliente. Esta bebida me calma, su sabor es embriagador y produce bienestar. -¿Qué hora es? - pregunto antes de llevarme un trozo a la boca.

 -Creo que las seis y media.

  Abro los ojos, pues sí que es pronto. Además, no bajaremos hasta las diez, lo que nos deja demasiado tiempo libre que no sé como rellenar para distraerme.

 -¿De qué color es hoy tu ropa interior, Sky? - sonríe Dan, haciendo su aparición en escena. Suelto un bufido, al parecer lo de ayer fue un momento de debilidad, pero sigue siendo el mismo de siempre. Y creo que nunca cambiará. -Mmm... Magdalenas. - dice cogiendo la que tengo en la mano.

 -¡Eh! - me quejo. - Coge del plato, idiota.

-Hey, hey, tranquila, no te desesperes, o te saldrán arrugas. - muestra una sonrisa autosuficiente.

Suelto un suspiro y cojo un panecillo mientras me levanto. Camino hacia mi habitación mientras oigo como Dan suelta un silbido de ligoteo.

 -Imbécil. - digo para mí misma mientras me meto en el cuarto y enciendo el televisor.

 Caesar habla con Claudius sobre cada uno de los tributos, intentando dar algunos detalles de sus vidas personales, eso es algo que interesa mucho a la gente del Capitolio, saberlo todo sobre las vidas de los demás. Me pone enferma. Puedo observar a la chica del distrito uno, creo que en cierto modo ya la odio, pues ese mismo puesto ocupaba la asesina de Evelynn. Dicen de ella que es bastante popular y que si gana, se dedicará a posar para todos esos cuentos raros de las revistas capitoilenses, las posibilidades giran bastante a su favor. El chico de su mismo distrito, parece una maquina de matar, lo que me intimida bastante.  Lo mismo puedo decir del distrito dos y del cuatro, todos ellos van con su seguridad por las nubes, al igual que su ego, no los soporto. El resto está tan asustado como yo, lo sé por cómo caminaban en las cosechas hacia el escenario, por cómo sus ojos brillaban de agonía al no confiar en sus posibilidades de volver a casa. Sobre Joulley dicen que no hay que juzgarle por su apariencia, que tiene tantas posibilidades como los demás, aunque a mí, personal y egoístamente, no me lo parece. Le aprecio, quiero que regrese si no lo hago yo, pero no creo que lo consiga, ni aunque nos aliásemos, no podría protegerle eternamente, tarde o temprano, uno, o los dos, moriríamos. Luego hablan de mí, de ''Sky'' , por ese nombre ridículo.

 -Yo pienso que esta chica está entre los favoritos, Caesar. - comienza a decir Claudius con su grave voz. - Hemos de recordarle a la audiencia que su hermano Gaby llegó a la fina en los decimonovenos juegos. - recuerda mientras siento una punzada en el pecho.

 Y entonces ponen unas imágenes, unas imágenes que hace años que no las veo. Un corto vídeo, treinta segundos para que son suficientes para que me eche a llorar. La muerte de mi hermano.

 ''Gaby se encoge en su rama sin apenas hacer ruido, o esperando no hacerlo, ya que corre más peligro que nunca, bueno, también están todos esos momentos con mi padre, pero aquí no sería igual. Aquí no podrían castigar a los profesionales por matarle, ya que de eso tratan los juegos. Pero, sin embargo, a pesar del miedo que recorre mi cuerpo y el suyo, los cinco chicos, cuatro profesionales y el chico del 5 al que parece que han permitido entrar en la alianza, pasan sin percatarse de su presencia. Mi hermano está a punto de salir por patas en cuanto se alejan un poco, pero algo le detiene, la chica del 5 se avalanza sobre él nada más tocar el suelo, impidiéndole coger nada ni poder defenderse, suelto un chillido y me llevo las manos a la cara, no quiero ver nada más. Pero... cuán equivocada estoy, cuando la menudita chica, le propone a mi hermano una alianza.''

 La agonía ha pasado, el reloj ya da las diez y el ascensor baja tan rápido que creo que noto tambaleo, pero no del propio ascensor, sino yo, que me estoy empezando a marear. Joulley se muerde las uñas mientras las puertas se abren, y le ordeno que deje de hacerlo, que no debe parecer asustado. Me hace caso y nos metemos en el gran gimnasio. Dan no exageraba al decir que habría de todo aquí, porque lo hay. Cuchillos, lanzas, arcos... hachas. Hay hasta algún simulador de distintos paisajes, cómo del mar, para aprender a adaptarse a lo que quiera que vayan a hacer este año en la arena, por supuesto, nadie lo sabe. Un hombre, que aparenta unos treinta años, comienza a hablar explicándonos algunas reglas y consejos que nos vendrán bien.

 -Nada de peleas, ya podréis mataros en la arena. Nada de llevarse las armas, obviamente deben quedarse en el gimnasio. Comeréis aquí a mediodía, la cena y el desayuno serán en vuestras plantas. Todos estáis deseando echar el guante a las armas, pero la mayoría moriréis por causas naturales: infección, deshidratación, congelación... hambre... - continúa hablando, pero yo no escucho, estoy ocupada fijándome en los profesionales, lo único que quieren es demostrar su poderío, tal y como los perros marcan su territorio.

 Marcus, que así se llama, termina de hablar y nos da pista libre para poder empezar. Me pregunto si debería ocultar mis habilidades ante los demás, pero sería una completa estupidez, pues al venir del distrito 7 siempre vamos a lo mismo, las hachas y la escalada. Y mi pequeño amigo, opta por esta última y se dirige a un gran árbol que han situado en lo que parece un simulador de un bosque. Sube sin mucho esfuerzo, se le da bien, bastante bien en realidad. Le sonrío leve y voy a las hachas, las examino curiosa, son ligeras y fáciles de manejar, su mango es suave, aunque metálico y frío, no como las de casa, que se adaptan a nuestra palma en seguida. La hoja es fina y afilada. Respiro hondo y fijo la atención en un maniquí. Concentro mi mirada y la fuerza de mi brazo. Estoy a punto de lanzar.

 -¡Cuidado, 7! - grita el chico del 2 detrás de mí, lo que me distrae y me hace fallar el objetivo y quedarme a un metro de darle, éste y los demás profesionales se ríen. - Ten cuidado, no vayas a acertar.

 Resoplo resignada y cojo una segunda hacha, con tal furia, que la lanzo al muñeco en el que el chico que me ha molestado, iba a practicar con los cuchillos, la fuerza hace que el maniquí se mueva y su cuchillo falle. Me mira con rabia, sé que estoy en su lista, pero le dedico una sonrisa y sigo a lo mío.

 Esto es genial, quería ganar los juegos y ya estoy la primera en la gente que deshacerse, muy bien, Skiley. Pero no me arrepiento de haberlo hecho, no me arrepiento de nada en realidad, porque aunque me ponga en peligro, aunque vaya a morir después, no puedo evitar odiar a aquellas personas que mataron a mi hermano.