Seguidores

viernes, 12 de octubre de 2012

Capítulo 5.

 Os prometí que publicaría pronto y lo he incumplido... Lo siento ;__;. Pero aquí lo tenéis recién hecho :3 Recordad, que busco colaboradores para el blog. Qué lo disfrutéis ;)

 Definitivamente, el lujo aquí está sobrado. Nuestro tren se compone del vagón común, del vagón comedor que dirige a la cocina donde preparan todo lo que les pidamos y nuestros compartimentos, donde me encuentro yo ahora, sentada en mi cama rendida ante el gigante vestidor. La cena es en media hora, Rossie vendrá a recogerme para entonces. Debo cambiarme de ropa, quiero ponerme algo cómodo pero las prendas son... demasiado diferentes a mí. Me decanto por unas mallas negras y una camiseta blanca, no me gusta, pero es lo más ''decente'' y menos estrafalario. La acompañante llama a mi puerta. Salgo y camino tras ella al vagón comedor.

 Mi compañero y Dan hablan animadamente, suelto un bufido y me siento frente a ellos. Dan no parece decidido a cansarse de fastidiar. Me mira de arriba a abajo y sonríe con descaro. Doy un pisotón en el suelo.

 -¿Es que no te vas a cansar nunca? - le pregunto borde.

 -¿De qué? - pregunta. La situación le divierte.

 Aparto mi plato.

 -Cenaré en mi compartimento. - digo. No quiero estar al lado de este chico. Es mi mentor, él supone la diferencia entre la vida y la muerte, pero es agobiante estar junto a él. Me levanto y estoy a punto de irme pero Dan me detiene.

 -Tú sabrás, pequeña. Pero considera que soy el único que puede ayudarte a volver a casa.

 -Que te den. -es lo único que digo, y camino a mi cuarto.


 ''El bosque es grande y laberíntico. Mi hermano da vueltas en círculo, incapaz de orientarse por ese lugar. Repasa sus provisiones. Tiene una botella de agua que por suerte está llena, unas tiras de cecina y  una cuerda, además de un machete que consiguió coger en la cornucopia. Bebe un par de tragos y se sube a un árbol para pasar la noche. Suena el himno y el cielo empieza a reflejar los rostros de los que han caído este primer día. Los dos del tres son los primeros en aparacer; les acompañan los dos del cuatro, lo que me sorprende, pues los profesionales no suelen morir en el primer día, el chico del seis, Evelynn..., los dos del ocho y el nueve,  la chica del diez y los dos del once y el doce. El sello del capitolio aparece y el cielo queda oscuro. Aquella noche mueren dos tributos más, provenientes del distrito cinco y empiezo a entender que esta arena será rápida y fugaz. Ya han muerto diecisiete tributos. Quedan tan solo siete.

 Yo no pude dormir. Aquella escena de Evelynn junto al montón de mantas me ha marcado por completo todos estos años. La de ella y la de él, y es que perder a las dos personas más importantes de tu vida es un golpe fuerte y duro. Un golpe imborrable.''


 Despierto en un lugar que me cuesta reconocer, pero que al fin y al cabo, llego a la respuesta. Estoy en el tren que me lleva cara a cara con la muerte, que me lleva a aquel lugar que yo y todo chico jóven de Panem -excepto del Capitolio, claro está - teme. Las tripas me rugen con furia, ayer me acosté sin cenar, se me pasó por completo comer algo furiosa como estaba. Me levanto de la cama, como ya estoy vestida, me peino algo con los dedos y me lavo la cara. Salgo y camino al vagón comedor.

 Soy la primera, lo que me hace suspirar de alivio, me viene bien estar sola. Me sirvo yo misma el desayuno hasta que la soledad dura poco. Es Joulley, el chico de doce años. Me mira expectante y deja que un avox le sirva el suyo. Comemos uno frente a otro en silencio, ninguno siente ganas de hablar. No puedo evitar pensar en que tiene más posibilidades que yo en los juegos, pues probablemente Dan le elija a él y no a mí. Suspiro y entonces él murmura las primeras palabras que le oigo decir.

 -¿Por qué odias a Dan? - pregunta en tono inocente. Yo me contengo para no gruñir.

 -Porque él me odia a mí.

 -Es mentira, Skiley. -sabe mi nombre, es un detalle supongo. -No te odia.

 Suspiro y prefiero no contestar.

 -Es nuestro mentor, quiere lo mejor para nosotros. -continua diciendo. - Intentará ayudarnos fuera de la arena...

 -Joulley. - le interrumpo. - No.

 Él baja la cabeza con aire de tristeza y sigue desayunando. Me hace sentir culpable. Mucho. Pero no puedo seguir oyéndo mentiras. Poco después de terminar de desayunar el tren se para a repostar. Aprovecho para abrir la ventana y tomar el aire. En unas cuantas horas habremos llegado a el capitolio.

No hay comentarios: