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domingo, 21 de octubre de 2012

Capítulo 6.

 La estación de tren del capitolio está a rebosar, jamás en mi vida había visto tanta multitud sin contar la cosecha, aunque se acerca a esta. La gente chilla como loca al ver nuestro tren deteniéndose frente a ellos. Yo los miro desde la ventana con gesto aburrido. Son completamente diferentes a la gente de los distritos, y no solo porque ellos no corran el peligro de morir encerrados en un estadio junto con otras veintitrés personas. Además, nosotros tenemos sentido del ridículo, cosa que estos no parecen tener. Son odiosos, aclamándonos, fingiendo que nos quieren, que somos su favoritos. Cuando estemos a las puertas de la muerte se reirán y lo disfrutarán como unos cretinos.

 Joulley los mira, pero no con la misma expresión que yo, veo en su mirada que teme lo que sabe que le va a pasar, sabe que toda esta gente no apostará por un niño flacucho de doce años. Lo único que se me ocurre es algo de lo que me arrepiento poco después. Le aprieto cariñosamente la mano, pero el remordimiento es instantáneo, ¿por qué lo he echo? Sólo puede quedar uno, y si quiero volver a casa viva, no he de hacer amigos. Pero éste niño es mi debilidad, éste niño me recuerda a la que fue mi mejor amiga, y a la que no volvió a casa. Y éste niño, puede correr la misma suerte que ella.

 Sin embargo, él me agarra con fuerza, no quiere que le suelte, y yo no lo hago. No hasta que nos separan y nos meten en un gran edificio. El edificio en el que nos ''Convertirán'' en personas.

 Nos escoltan hasta dentro y nos encierran a cada uno en una brillante sala blanca cegadora. No soy consciente de lo que va a pasar, hasta que tres coloridos y chillones capitoilenses, entran dando saltitos por la puerta.

 ''Camina por el mismo bosque, desorientado el segundo día de los juegos. Tiene hambre y no ha visto ni una sola presa desde que estos empezaron. Su alimentación pasa a consistir en corteza de árboles y algún pequeñísimo abuso de sus valiosas tiras de cecina. Su botella ya está medio vacía, y tampoco ha encontrado ninguna fuente de agua que no sea una pequeña llovizna de madrugada. Eso me hace encogerme hora tras hora en el sillón de la pequeña salita del orfanato. Es Gaby Weir, fuerte y apuesto. Algún patrocinador estará dispuesto a ayudarle. ¡Tienen que estarlo! Sin embargo el tiempo pasa sin que nada le caiga del cielo.

 Cuando llega la tarde, mi hermano se sube a un árbol para descansar, está completamente agotado, y hace ya un tiempo que se le agotó el agua. Escucha unos ruidos de unos arbustos, por lo que se queda muy quieto, en silencio, mientras que la manada de profesionales, ansiosos de sangre, caminan bajo sus pies.''

  Me ''trabajan'' como si fuese un trozo de carne que tienen que cocinar urgentemente, se deshacen de todo rastro de pelo de todas las zonas posibles del cuerpo. Parezco un pollo desplumado en cuanto acaban de hacerlo. Seguidamente, me llenan la piel de todo tipo de potingues y cremas extrañas que se llevan imperfecciones, restos de pelo y piel de por medio.

 -¿Qué hacemos con su pelo? - pregunta en un acento agudo y desagradable Tivara, cuyo cabello gris y rosa se agita cuando habla.

 Les dirijo una mirada envenenada y me agarro a mi trenza con fuerza. Danae me la hizo y, aunque en algún momento deba deshacerla, no quiero que sean estos tres... ''monstruos'' quienes lo hagan. Tivara no es la más extraña, a pesar de sus pestañas extremadamente largas. También está Caltazor, un hombre cuarentón - que intenta desesperadamente parecer joven - cuya piel azul reluce por todo su cuerpo, mostrando especial atención en su incipiente calva, tatuada con extraños dibujos negros; y Verdiana, de piel bronceada, pelo, ojos y labios de un color verde bosque bastante cautivador, lo que más sorprende de su ''arboleado'' aspecto, son sus menuditas orejas, que acaban en forma de punta. Si mi equipo de preparación es así, no quiero imaginarme como debe ser mi estilista.

 -Eso lo decidiré yo. - dice una voz serena, pero firme, que entra por la puerta. Dirijo mi mirada hacia ella.

 Es alta, y esbelta. Sin embargo, no parece haber modificado nada de su cuerpo quirúrgicamente, tal vez su pelo, pues llega de forma antinatural, voluminoso y rizado, hasta sus pantorrillas. Una vez, Danae me contó un cuento popular, de siglos de antigüedad, en el que una joven muchacha tenía el pelo largo y largo, que podía soltar por la ventana del torreón en el que su malvada madrastra la encerraba para que su príncipe azul trepase con ayuda de él, creo recordar que se llamaba ''Rapunzel''. El de esta mujer es de un negro oscuro, oscurísimo, un negro tan intenso como el carbón. Sus ojos brillan azulados como Zafiros, esas piedras azules con las que trabajan en el distrito uno, pues es el encargado de los artículos de lujo y de las joyas. También sorprenden sus labios, que son de un rojo tan intenso como la sangre, solo que algo más claro. Por lo demás, parece no haber alterado mucho más.

 -Buenos días, Zafira. - saluda Verdiana cuando esta pasa delante de los tres para examinarme. Es mi estilista, lo que sospechaba.

 -Skiley Weir. - dice mi nombre, mientras camina a mi alrededor, fijandose en cada uno de los detalles de mi cuerpo desnudo. roza la trenza con sus dedos. -¿Puedo? - me sorprende que me pida permiso, pudiéndo hacer lo que quiera conmigo. Yo asiento. Zafira me quita la goma y empieza a deshacerla con delicadeza. -Tiene un pelo precioso. Dejadme con ella.

 Mi equipo de preparación obedece y sale por la puerta a paso ligero. Ella me pasa una bata, que me pongo y abrocho y me pide que la siga. Eso hago. Me acompaña a una subsala, en la que me invita a sentarme en un sillón de terciopelo blanco.

 -Háblame de ti. - dice con interés. Puedo escuchar bien que su acento no es tan agudo como el del resto de personas del capitolio. -¿Vienes para luchar o te has rendido ya? - su pregunta me pilla por sorpresa, pues lo que un estilista debería preguntar es que aspecto quiere que me de.

 -Debo luchar. - contesto en voz seria.- Sin embargo... - me detengo.

 -Sin embargo, ¿qué?

 -No creo que gane, tengo muy pocas posibilidades.

 -No digas eso. La venganza es algo que te da ventaja. Te vuelve más fiera. Creéme que eso te dará fuerzas.- eso me asusta. ¿Cómo sabe ella...?

 -¿Venganza? - pregunto con inocencia, inténtando disimular.

 -Sé quién eres, Weir. - me llama por mi apellido. - Y lo noto en tu mirada. Tu hermano luchó hasta el final. Y eso bien lo sé yo.

 -¿Qué?

 -Fui su estilista al igual que soy la tuya. Cuando te vi en la cosecha, realmente me sentí mal. -suspiro, me sienta fatal hablar de Gaby. Me recuerda que ya no está aquí, y lo mucho que lo echo de menos. Tras una larga pausa prosigue. - Ya sé que voy a hacer contigo.

 -Siempre somos árboles o lechos de hojas. - aunque a mi hermano le sentó bastante bien lo que fuese que le hubiese echo esta mujer.

 -Este año no, Skiley. Este año vas a ser la chica de madera, ¿sabes que hace la madera?

 -¿Arde con facilidad? - pregunto dudosa. Ella niega con la cabeza.

 -La madera componen los mangos de muchas armas. Y tú, dulce Skiley, eres un arma que busca venganza.

viernes, 12 de octubre de 2012

Capítulo 5.

 Os prometí que publicaría pronto y lo he incumplido... Lo siento ;__;. Pero aquí lo tenéis recién hecho :3 Recordad, que busco colaboradores para el blog. Qué lo disfrutéis ;)

 Definitivamente, el lujo aquí está sobrado. Nuestro tren se compone del vagón común, del vagón comedor que dirige a la cocina donde preparan todo lo que les pidamos y nuestros compartimentos, donde me encuentro yo ahora, sentada en mi cama rendida ante el gigante vestidor. La cena es en media hora, Rossie vendrá a recogerme para entonces. Debo cambiarme de ropa, quiero ponerme algo cómodo pero las prendas son... demasiado diferentes a mí. Me decanto por unas mallas negras y una camiseta blanca, no me gusta, pero es lo más ''decente'' y menos estrafalario. La acompañante llama a mi puerta. Salgo y camino tras ella al vagón comedor.

 Mi compañero y Dan hablan animadamente, suelto un bufido y me siento frente a ellos. Dan no parece decidido a cansarse de fastidiar. Me mira de arriba a abajo y sonríe con descaro. Doy un pisotón en el suelo.

 -¿Es que no te vas a cansar nunca? - le pregunto borde.

 -¿De qué? - pregunta. La situación le divierte.

 Aparto mi plato.

 -Cenaré en mi compartimento. - digo. No quiero estar al lado de este chico. Es mi mentor, él supone la diferencia entre la vida y la muerte, pero es agobiante estar junto a él. Me levanto y estoy a punto de irme pero Dan me detiene.

 -Tú sabrás, pequeña. Pero considera que soy el único que puede ayudarte a volver a casa.

 -Que te den. -es lo único que digo, y camino a mi cuarto.


 ''El bosque es grande y laberíntico. Mi hermano da vueltas en círculo, incapaz de orientarse por ese lugar. Repasa sus provisiones. Tiene una botella de agua que por suerte está llena, unas tiras de cecina y  una cuerda, además de un machete que consiguió coger en la cornucopia. Bebe un par de tragos y se sube a un árbol para pasar la noche. Suena el himno y el cielo empieza a reflejar los rostros de los que han caído este primer día. Los dos del tres son los primeros en aparacer; les acompañan los dos del cuatro, lo que me sorprende, pues los profesionales no suelen morir en el primer día, el chico del seis, Evelynn..., los dos del ocho y el nueve,  la chica del diez y los dos del once y el doce. El sello del capitolio aparece y el cielo queda oscuro. Aquella noche mueren dos tributos más, provenientes del distrito cinco y empiezo a entender que esta arena será rápida y fugaz. Ya han muerto diecisiete tributos. Quedan tan solo siete.

 Yo no pude dormir. Aquella escena de Evelynn junto al montón de mantas me ha marcado por completo todos estos años. La de ella y la de él, y es que perder a las dos personas más importantes de tu vida es un golpe fuerte y duro. Un golpe imborrable.''


 Despierto en un lugar que me cuesta reconocer, pero que al fin y al cabo, llego a la respuesta. Estoy en el tren que me lleva cara a cara con la muerte, que me lleva a aquel lugar que yo y todo chico jóven de Panem -excepto del Capitolio, claro está - teme. Las tripas me rugen con furia, ayer me acosté sin cenar, se me pasó por completo comer algo furiosa como estaba. Me levanto de la cama, como ya estoy vestida, me peino algo con los dedos y me lavo la cara. Salgo y camino al vagón comedor.

 Soy la primera, lo que me hace suspirar de alivio, me viene bien estar sola. Me sirvo yo misma el desayuno hasta que la soledad dura poco. Es Joulley, el chico de doce años. Me mira expectante y deja que un avox le sirva el suyo. Comemos uno frente a otro en silencio, ninguno siente ganas de hablar. No puedo evitar pensar en que tiene más posibilidades que yo en los juegos, pues probablemente Dan le elija a él y no a mí. Suspiro y entonces él murmura las primeras palabras que le oigo decir.

 -¿Por qué odias a Dan? - pregunta en tono inocente. Yo me contengo para no gruñir.

 -Porque él me odia a mí.

 -Es mentira, Skiley. -sabe mi nombre, es un detalle supongo. -No te odia.

 Suspiro y prefiero no contestar.

 -Es nuestro mentor, quiere lo mejor para nosotros. -continua diciendo. - Intentará ayudarnos fuera de la arena...

 -Joulley. - le interrumpo. - No.

 Él baja la cabeza con aire de tristeza y sigue desayunando. Me hace sentir culpable. Mucho. Pero no puedo seguir oyéndo mentiras. Poco después de terminar de desayunar el tren se para a repostar. Aprovecho para abrir la ventana y tomar el aire. En unas cuantas horas habremos llegado a el capitolio.

lunes, 1 de octubre de 2012

Capítulo 4.

 Antes de nada, deciros que cada día hay más lectores y os lo agradezco. Porque sé que cuesta seguir una historia día a día por si os aburren algunas cosas y eso. Pero os aseguro que se volverá cada vez más entretenido. Por otro lado, busco una colaborador/a o colaboradoras/res para el blog, para que pongan noticias, videos, fan-arts... lo que quieran. Simplemente que se pongan en contacto conmigo por tuenti o por un comentario. (Mi tuenti, por si alguien no lo sabe, es Johanna Mason Tribute.) Sin más demora, os dejo con el capítulo 4.

 El oxígeno empieza a faltar, yo comienzo a marearme, y no me caigo de bruces al suelo de milagro. Es como un Deja-vú. A quien veo en la pantalla, caminando hacia el escenario con rostro asustado, es a Gaby y no a mí. Uno, dos, tres, cuatro escalones.

 La mujer capitoilense hace gestos exagerados, sonríe forzosamente y me pasa sus largos brazos rosados por los hombros. No oigo sus palabras, no oigo nada. Ella coge la segunda papeleta, la de los chicos, y dice un nombre que yo no llego a oír. A medida que recupero mis sentidos, descubro que Dan me mira. Sé lo que está pensando, en que se ha convertido en el mentor de esa chica a la que tanto le gusta fastidiar.  Mientras, el tributo masculino, sube al escenario y puedo verle mejor. Es un niño de doce años. Su pelo rizado, esos ojos oscuros y temerosos... me recuerda demasiado a Evelynn cuando la eligieron como tributo. Recordarla me provoca un nudo en la garganta.

 Rossie se despide de su ''querido'' público y nos arrastra literalmente al interior del edificio de justicia. Me encierran en una habitación en la que nos despediremos de nuestros seres queridos. Me da igual todo, sé que la única que va a venir y necesito que venga, es Danae. Y aparece, con el rostro totalmente quebrado. Me abraza. La abrazo yo a ella.

 -Tienes que ganar. No pienses en el pasado, Skiley. - contesta. No hace falta que diga a qué se refiere. Gaby.

 -Es difícil... - murmuro en tono débil.

 -Sé que lo es, pequeña. Pero tú eres fuerte. Desde hace dos años tienes una fuerza descomunal. Eres tan rápida como lo era tu hermano. - eso me hace humedecer los ojos. -Shh... - comienza a secarme las lágrimas que ruedan por mi mejilla. - No llores, no les des esa satisfación.

 Asiento, pero tardo cinco minutos en calmarme. Y se acaba el tiempo. Demasiado pronto, siempre, todo, es demasiado pronto. El agente se la va a llevar. Ella me da un beso en la frente y comienza a salir. Antes de que la puerta se cierre, dice algo con los labios sin usar la voz. Lo pillo a la primera. Es una simple y sencilla palabra, es una orden, no hace falta que me pongan una pistola en la cabeza para cumplirla. Y la palabra que Danae me ha dicho, es ''Véngale''.

 El tiempo que me queda, me lo paso acurrucada en el sillón de terciopelo que hay en la sala. Acariciando la tela una y otra vez. Sé que no vendrá nadie más. Y llevo razón, claro.

 Antes de que nos vayan a llevar a la estación me retoco el pelo y la cara, no quiero que nadie sepa que he estado llorando, no pueden saberlo. Me tacharían de débil, me convertiría en una presa fácil para los distritos profesionales.

 Me escoltan hacia la entrada, donde hay un coche esperando. Nunca he visto un coche, solo algún camión que se lleva la leña hacia los trenes de mercancías. Me monto al lado del niño, Rossie está en el otro extremo y Dan en el asiento del copiloto. Ella no para de hablar y charlotear como una loca. Resoplo con aire resignado y llegamos a la estación. Todo está lleno de reporteros y cámaras que quieren reflejar mis emociones, pero no dejo que las encuentren. Me mantengo seria y camino al tren.

 Su interior me deja completamente alucinada. Es grande y espacioso, lleno completamente de lujos y comida. Miro todo realmente fascinada. Es increíble. Nos sentamos en unos sillones con la misma tela de terciopelo que la del sillón del edificio de justicia y miro por la ventana. Dan se sienta frente a mí, mirando expectante, como si esperase a algo. Le ignoro y echo una última mirada a mi hogar. A sus aires, sus recuerdos. La primera vez que abracé a Evelynn, cuando correteaba con Gaby jugando al pilla pilla. Esos días de tormenta en los que Danae se dedicaba a peinar mi cabello. Me llevo lo mejor de cada uno de ellos, a pesar de que dos ya no estén aquí. Y también me llevo otra cosa. Una palabra que retumba en mi cabeza. ''Véngale.''